Criterios sobre aspectos varios de la vida
LAs MURALLAs DE sEVILLA

Durante la época romana, la ciudad de Híspalis se asentará sobre la antigua población nativa de Ispal y sustituirá la empalizada, que la defendió durante la dominación cartaginense, por la una muralla de la que, en la actualidad, sólo quedan unos pocos restos en la zona del Alcázar.
En el periodo visigodo la población se mantendrá estable por lo que no será necesario modificar el perímetro amurallado.
Ya en la etapa islámica, en el año 844, se produce el asalto a la ciudad por parte de los vikingos, que lo arrasarán todo y destruirán sus defensas. El emir Abderraman II mandará reconstruirlas. Posteriormente, en 913, será Abderraman III quien mande destruir las murallas y puertas de la ciudad para evitar levantamientos, insurrecciones e intentos de secesión en la ciudad de Isbilia contra el emirato. En 1023 Abu al-qasin, primer rey de la taifa de Sevilla, las levantará de nuevo para defenderse de posibles asaltos de tropas cristianas y de taifas vecinas. Pero será durante el gobierno del sultán AlíIbnYúsuf cuando se lleve la mayor ampliación del recinto amurallado, siendo prácticamente duplicado alcanzando un perímetro de siete kilómetros, con 166 torres, 13 puertas y 6 postigos que envolvían una superficie de 300 hectáreas. Posteriormente no se volverá a realizar ninguna otra ampliación, pero la presión de la conquista cristiana llevará a reforzar las defensas construyéndose fosos y antemurallas en numerosos tramos. Debido a lo inaccesible que resultaba la ciudad, Fernando III preferirá sitiarla antes que asaltarla frontalmente. El asedio comenzará el 24 de agosto de 1247, quince meses después, 23 de noviembre el caíd Axataf capitulará y entregará la cuidad al Rey castellano, que entrará en ella por la puerta de Goles, desde entonces también se la conocerá como Puerta Real.
Durante la edad media sería considerada como una de las mejores ciudades amuralladas de Europa. Tras la conquista cristiana esta fortaleza perderá su función defensiva, sin embargo también dotaban una protección respecto de las crecidas del Guadalquivir, hay que recordar que el río tenía un brazo que transitaba por el eje Macarena – Alameda – Salvador. Aunque fue desecado y desviado, cuando el río aumentaba su caudal este brazo volvía a anegarse.

Otra gran ventaja que ofrecían las murallas era que limitaban el espacio urbano, facilitando el control del tránsito de personas y bienes, y así establecer impuestos y tasas.
También era costumbre que los monarcas, una vez tomaban posesión de las ciudades, jurasen ante la población el respeto a los fueros y privilegios propios de la villa, en un afán de que no se entendiese que la realeza limitaría las ventajas pre existentes para los ciudadanos. Este juramento se realizaba a las puertas de la ciudad, y en Sevilla hubo dos que tuvieron especial protagonismo al respecto: la de la Macarena, donde juraron los Reyes Católicos y Carlos I y la de calle Goles, donde lo hizo Felipe II.
La destrucción de las murallas sevillanas comenzó en 1830, cuando se procedió al derribo de la coracha que enlazaba la Torre del Oro con el circuito amurallado principal, con objeto de prolongar el llamado Paseo del Río y de crear los jardines de Las Delicias y el salón de Cristina. Pero desgraciadamente, fue el 22 de enero de 1867 cuando se produjo el grueso de su derribo, arrasando los lienzos que se extendían entre la Puerta del Sol y la Puerta de Córdoba. Esta decisión del Ayuntamiento era contraria a la opinión de la Comisión Provincial de Monumentos que intentó, sin éxito, frenar la demolición.

LA PUERTA REAL

LA PUERTA DE CARMONA

LA PUERTA DEL ARENAL

LA PUERTA DE TRIANA

LA PUERTA DE JEREZ

LA PUERTA DE SAN FERNANDO

LA PUERTA DE LA CARNE

LA PUERTA DEL OSARIO

LA PUERTA DEL SOL
