CANADÁ

Canadá

Tras la segunda guerra mundial el mundo se dividió en dos bloques. Uno liderado por los Estados Unidos de América (USA) denominado el bloque Occidental y el otro, el bloque del Este, bajo la influencia de la Unión Soviética (URSS). Las tensiones ideológicas y políticas de la posguerra dieron lugar a un tipo de enfrentamiento distinto a los que se habían sufrido hasta entonces. Al no existir una confrontación directa entre las dos súperpotencias, a este periodo, que se alargó hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991, se le denominó Guerra Fría. En los años sesenta, Italia estaba en reconstrucción gracias a la ayuda económica y logística de los Estados Unidos con su plan Marshall (European Recovery Program), sin embargo, el 30 o 35% de la población votaba al partido comunista. Esta situación provocaba tensiones sociales constantes, que se radicalizaron a partir de 1969 con la fundación de las Brigadas Rojas, una organización terrorista revolucionaria de ideología marxista-leninista.

En este contexto político y social, unido a la falta de empleo, hacía que las perspectivas de una vida mejor llegasen a través de la emigración a los países del Norte de Europa y de América. En este escenario coincidieron el afán de Emilio Riva, propietario de dos pequeñas acerías eléctricas en Italia, por conseguir expansión para su grupo empresarial y el mío de buscar un empleo con más posibilidad de futuro. En Serrada, mi pueblo natal, muchos trabajadores eran emigrantes que regresaban por vacaciones, mi padre con 23 años se fue a trabajar a la antigua Abisinia, así que la idea de trasladarme a Canadá no supuso ningún problema por mi parte, la acepte como algo natural. Superando el control de entrada con los correspondientes permisos de inmigración que existían en esa época y con la confianza que el Sr. Riva había depositado en mí, gracias a que era el hijo de Achille Pozzi, persona que le había demostrado profesionalidad, buen criterio y honestidad, comenzó mi “aventura canadiense” el mismo día que cumplí los 26 años, el 1 de agosto de 1970.

Partí con la ilusión de llegar a un país sin los frenos y penurias de la vieja Europa, con un sistema democrático lejos de dictaduras como las derrotadas fascista y nazi, las que se vivían por entonces en Portugal (Salazarismo), España (Franquismo), Yugoslavia (con Tito) o la comunista en auge de la URRS y los países del pacto de Varsovia. La esperanza y el anhelo de comenzar una aventura se mezclaban en mi ánimo con el sacrificio que suponía alejarme de mi familia, amigos y del estilo de vida italiano. Aterricé en Montreal, donde permanecí dos semanas conociendo la ciudad y la naturaleza que la rodeaba, asombrado por su red subterránea formada por túneles y galerías que conectaban los edificios, complejos residenciales, centros comerciales, universidades y hoteles que permitían a los habitantes desplazarse evitando las intemperies del invierno. Después me instalé en Toronto hasta noviembre. En ese país descubrí la naturaleza salvaje, grandiosa y majestuosa. Las distancias eran inmensas nada que ver con el Norte de Italia, donde en comparación, me parecieron mínimas. La densidad de población era muy baja mientras que en mi país era elevada

AÑO 1970

CÁNADA

ITALIA

HABITANTES

23,32 MILLONES

53,69 MILLONES

SUPERFICIE

9.985.000 KM2

301.338 KM2

HABITANTES x KM2

2,4 x KM2

178,2 x KM2

En esos tres meses, mientras desarrollaba el trabajo que me habían encomendado, dediqué mi tiempo libre a estudiar el idioma y a conocer la cultura encontrándome con materias y costumbre diferentes. Como la diversión durante los fines de semana, las condiciones laborales flexibles de los trabajadores con jornadas de 6 horas o 9 horas, algo impensable en Europa, donde la estaba fijada a 8 horas o las estadísticas de población transparentes con representación de todos los colectivos. También me decepcionó ver que no todo lo que reluce es oro, yo estaba asqueado de la corrupción que se vivía en mi país y advertí que, aunque con diferencia y a otros niveles, también existía allí.