El 8 de diciembre de 1970 llegué a Sevilla para incorporarme a las labores de gestión de la planta siderúrgica que el grupo poseía en Alcalá de Guadaira, que en aquella época era una zona íntegramente agrícola y sin cultura industrial. La instalación estaba dotada de una maquinaria muy rudimentaria y con escasos medios técnicos. Las conferencias internacionales tardaban entre 2 o 3 horas en poder realizarse a través de una centralita municipal.
Los operarios mayoritariamente eran personas sin conocimientos técnicos, con poca formación y, sin embargo, muy voluntariosas y con una resistencia física encomiable, eran capaz de palear 700 kilos de material a los hornos en pocos minutos. Durante el primer lustro se procedió a introducir maquinaria moderna, trenes de laminación. Con estas modificaciones comenzaron a reducirse los accidentes.