



Visita a Japón
A finales de 1986, por indicación del Consejo de Administración de la empresa, un grupo de profesionales, en el que se me incluyó, realizamos una estancia de dos semanas en Japón, con el objeto de visitar varias fábricas de producción de acero eléctrico y constatar en primera persona los extraordinarios resultados técnicos que obtenían.
Esta estancia, Trening, resultó especialmente formativa y suposo el punto de partida de una nueva fase para mí como “organizador”, me enriqueció notablemente y me mostró que la posibilidad de mejora era real. Conocí una nación donde convivían en armonía tradición e innovación. Las antiguas tradiciones no sólo se conservaban en los espléndidos monumentos del pasado, en la vida diaria se evidenciaba constantemente. Tanto en el respeto hacia las personas mayores como hacia las reglas de convivencia, esencialmente de orden y limpieza, en todo los quehaceres. La importancia de estos dos instrumentos es evidente, aplicándolos junto a la lógica, lograban resultados técnicos alcanzables. La incredulidad de mis colegas de viaje frente a esta nueva realidad fue el principal obstáculo en el intento de implantar la metodología en nuestras instalaciones. Los hábitos y constumbres locales eran profundamente distintos de los japonesas, lo que dificultó en un principio su aceptación.
Personalmente, el mayor descubrimiento, fue la constantación de que las enseñanzas de mis padres, casi olvidadas, impregnaban la organización de las plantas industriales objeto del entrenamiento que aplicaban las cuatro fases del método DEMING de mejora continua. Mis padres desconocían este ciclo, pero aplicaban la misma lógica. Observaban la situación e iban siguiendo este proceso.
También se hizo evidente que el margen de mejora para las plantas siderúrgicas en Europa, era enorme si, dejando a un lado la incredulidad por los datos técnicos obtenidos en las fábricas japonesas, nos poníamos con entusiasmo a conseguir la mejora. Regresé con la decisión de implantar, paso a paso la mejora continua, y en especial, la meta lejana de lograr cero accidentes laborales en doce meses para lo que, durante cuatro años, recibimos la formación necesaria por parte de un grupo de ingenieros japoneses entre los que destacaba especialmente John Zensai, que se convirtió en uno de mis maestros.

Él siempre destacaba la importancia que, para el óptimo funcionamiento de una Organización, tiene el definir claramente la meta y los múltiples objetivos para alcanzarla. La meta debe ser expresada preferiblemente de forma concisa y evitando obviedades como “generar beneficios”, algo intríseco en todas las empresas. Sus visión para lograr la mejora era buscar otros fines como alcanzar la armonia del funcionamiento o la vanguardia en la investigación, y marcarse objetivos alcanzables y realistas pues de no conseguirlos se fomenta el desaliento y el pesimismo. La meta de cero accidentes no la logré, sin embargo, tras dos décadas de trabajo, esfuerzo, compromiso y resposabilidad por parte de todos los implicados, conseguimos reducirlos en un 90%.
