




El Servicio Militar
En los años 60, en Italia era obligatorio prestar el servicio militar durante 15 de meses. Aunque lo habitual era sentir rechazo, yo me enfrenté a ese deber con una actitud positiva viviéndolo como una oportunidad que quería aprovechar. Esta predisposición me permitió aprender, conocer y disfrutar de la experiencia. Mi formación se desarrolló en la escuela militar de Bracciano y las prácticas las realicé en Vercelli en artillería mecanizada.

Los ejércitos a lo largo de la historia han sido siempre las organizaciones más avanzadas de su época. La actividad militar ha estado en constante desarrollo durante miles de años; a pesar de su evolución, muchas tácticas y estrategias militares han mantenido sus principios básicos. Basta recordar la maniobra utilizada por Aníbal Barca en la Batallas de Cannas en el 216 a.c, la doble pinza envolvente se sigue estudiando hoy. O a grandes estrategas y líderes como Alejandro Magno, Escipión el africano o Julio César que hace más de 2.000 años, ya utilizaban la jerarquía, la logística, la formación, el adiestramiento, la mejora de las armas (herramientas) y del equipamiento. Todos estos elementos se siguen aplicando en las organizaciones modernas. Hoy en día se mantiene el grado de eficiencia y progreso tecnológicos de los ejércitos. Su estructura, efectivos y material son determinados por la autoridad competente. Ejércitos, armadas y fuerzas aéreas se organizan jerárquicamente en unidades de distintos tamaños siguiendo criterios operativos, organizativos y administrativos. La logística fue otro aspecto que me interesó, era asombroso observar cómo se conseguían movilizar, rápida y eficazmente, las tropas, los carros y toda la intendencia necesaria, una eficiencia alcanzada mediante la formación, disciplina, adiestramiento y repeticiones.

Durante mi servicio disfruté de cada uno de los múltiples ejercicios militares. Las prácticas de tiro, las intervenciones para extinguir incendios en el monte, las maniobras en la “baraggia” de Vercelli o la “guardia al Quirinale” en la residencia del presidente de la República. En ellos nos ponían a prueba física y mentalmente como, por ejemplo, en las duras horas de guardia pasadas inmóviles y firmes en las garitas, donde sólo se nos permitía movernos para los saludos reglamentarios, o el frío que padecimos durante el campamento de tiro en plena naturaleza cubierta de nieve. Aunque esas estampas invernales, con los bosques y campos completamente blancos, son un recuerdo inolvidable que trasladan a un segundo plano los inconvenientes que vivimos