México
La constante inquietud del Sr. Riva por el progreso y la expansión del grupo, nos llevó, al comienzo de los 90, a concursar por la adjudicación de una planta de acería en Lázaro Cárdenas, localidad próxima al Pacífico Mejicano. Durante el proceso de negociaciones realizamos tres viajes a ese país. El contraste entre este estado y España, o Italia, fue evidente desde el primer momento. No sólo por la naturaleza y la fauna, mucho más diversa, exuberante y salvaje, si no por la sociedad, la cultura y la forma de trabajar.
El primer impacto sucedió nada más tomar tierra en Lázaro Cárdenas. Fue como retroceder un par de décadas y regresar a 1970, cuando llegué a Sevilla y tuve que recoger mi equipaje en unas mesas dispuestas a la intemperie. La sorpresa más impactante fue cuando el chófer, que nos trasladaba del hotel a la fábrica, nos acercó a una laguna, en pleno complejo industrial, que estaba infestada de cocodrilos y comentó, espero que en tono de burla: “ahí es donde echamos a los que no queremos aquí”. Pero más inquietante, sin duda, era ver a los trabajadores armados. Resultaba muy incómoda esa continua sensación de inseguridad.
Mi labor principal era observar, analizar los departamentos, ver cómo los empleados desempeñaban sus funciones para elaborar informes sobre posibles mejoras, y como adecuarlo a nuestro sistema de trabajo. Las instalaciones eran enormes, había áreas totalmente vacías y maquinarias costosas permanecían abandonadas y sin desembalar. También era evidente el exceso de personal que no ejercía función alguna, la metodología era inexistente y se percibía un clima de desidia, dejadez y fraudulencia que parecían ser parte integrante del trabajo diario.
El resultado del concurso adjudicó la siderúrgica a una empresa mejicana, por lo que regresamos a casa con cierto alivio, y después de descorchar una botella de champán por iniciativa del Sr.Riva. Esta experiencia fue muy ilustrativa, me permitió contrastar las diferentes formas de trabajar y organizar que existían entre nuestros países.
