LAS MURALLAS DE ISBILIYA

Criterios sobre aspectos varios de la vida

LAs MURALLAs DE Isbiliya

Al mando del caudillo Musa ibn Nusayr, en el año 712 d.C., Sevilla fue conquistada por los musulmanes, y pasa a denominarse  Isbiliya (que el pueblo pronunciaba shbilya, de donde procede su nombre actual). También es bautizado el «Río Grande» (Guad-al-Quivir), que deja de llamarse Betis.

Durante la época visigoda, la muralla no es modificada, excepto en su parte Sudeste, donde se construye la Basílica de San Vicente, permaneciendo protegida por la proveniente de tiempos del Imperio Romano. Sería en el siglo IX, en el año 844, tras la gran destrucción que el ataque vikingo ocasionó en la misma, cuando el emir Abderramán II, cuarto emir omeya de Córdoba, mandó reconstruirlas. Estas obras se ejecutaron bajo la dirección de Abd Allah ibn Sinan, cuyo nombre fue inscrito en las murallas.

Su tataranieto Abderramán III, octavo emir independiente y primer califa omeya de Córdoba, ordenó destruirlas, junto con sus puertas, en el año 913 tratando de evitar conatos de secesión contra Córdoba, convertida por él mismo en capital de Al-Ándalus. El nuevo gobernador sevillano del recién proclamado primer califa Omeya, Ibn al-Salim decide, tras la destrucción de las murallas y demás fortificaciones, construir la Dar al-Imara, origen de los actuales Reales Alcázares, como su residencia y fortaleza desde la que dominar la ciudad en caso de nuevos disturbios. Aunque los cronistas andalusíes afirman que los muros fueron derribados, algunos historiadores actuales dudan de la literalidad de este hecho, ya que, un siglo después, Sevilla volvía a estar amurallada y no existen suficientes evidencias de que la población haya contado con tres amurallamientos diferentes correspondientes a las etapas romana, emiral y taifal. Sería más bien, un derribo parcial, limitado a las puertas y a la apertura de nuevos vanos de entrada en algunos paños de la muralla, utilizando los materiales de la demolición en la construcción de nuevos edificios.

Abú al-Qasim, primer rey taifa de Sevilla, en 1023, ordenó levantar de nuevo las murallas para protegerse de las tropas cristianas. Entre los siglos XI y XII se llevó a cabo la más importante ampliación. Se duplicó el recinto murado bajo el dominio del sultán almorávide Alí ibn Yúsuf (1083-1143). La defensa de la ciudad fue extendida, ensanchada y fortalecida, ampliando el espacio protegido por la cerca en casi dos veces su antigua superficie. Sus sucesores, conscientes del avance conseguido sobre los reinos cristianos del norte en la etapa de la reconquista, se dedicaron a reforzar sus defensas, dando lugar al recinto definitivo de las murallas.

En esta época disponían de una dimensión de siete kilómetros de muro, con 166 torreones, 13 puertas y seis postigos.

Las murallas, en un recorrido aproximado, irían desde Reyes católicos, esquina Santas Patronas, a través de calle Goles hasta Torneo y esquina Calatrava. De ahí por Bécquer hasta el Arco de la Macarena; seguirían por calle Macarena, Ronda Capuchinos hasta la esquina de la Trinidad, allí se adentraría y discurrirían entre el actual Jardín del Valle y la calle Sol, continuarían por Muro de los Navarros y Menéndez Pelayo. Para seguir por Cano y Cueto y calle del Agua desde donde se desvía hacia el norte hasta la actual Pasarela; atraviesa la Calle San Fernando, Puerta Jerez y Almirante Lobo hasta la esquina de calle Santander donde estaría la Torre de la Plata, de allí por calle Tomás de Ibarra a Plaza Cabildo, Castelar, y Santas Patronas para cerrar el circulo. Quedaban extramuros los actuales barrios del Arenal, Plaza de Armas, San Laureano y Jardines de Murillo.