LA PUERTA DE LA MACARENA

Criterios sobre aspectos varios de la vida

la puerta de la macarena

BAB AL MAKRIN de origen almorávide y reformada en el siglo XVIII

Debió ser levantada en la última ampliación de la muralla en el siglo XII, aunque el historiador Santiago Montoto de Sedas sostiene que ésta es, según la tradición, la única puerta que se conserva de las que mandó construir Julio César en Hispalis. Junto con la puerta de Córdoba son las que, por suerte, se conservan. Se encuentra ubicada en la confluencia entre la calle San Luis (antigua calzada romana de Hispalis según restos arqueológicos hallados en concreto el cardo máximo, eje norte sur de la ciudad pasaba justo por debajo de las casas que están frente a la Plaza del Pumarejo) y La Resolana.

El estilo actual, tras muchas transformaciones se debe  al arquitecto José Chamorro.

La puerta de la Macarena fue uno de los arcos de entrada más importantes de  Sevilla. Este acceso era utilizado por los reyes de Castilla al entrar en la urbe por primera vez, ante sus muros se levantaba un altar en el que realizaban su pleito homenaje, y tras lo cual les eran entregadas las llaves de la ciudad,  y así lo hicieron Alfonso XI de Castilla (1327), Isabel I de Castilla (1477), Fernando II de Aragón (1508), Carlos I de España y su prometida Isabel de Portugal (1526), y por último Felipe IV (1624). Después de pasar por esta Puerta se procedía a la jura de los privilegios y se iniciaba el cortejo que con gran ceremonia recorría la prolongación del antiguo Cardo Maximus romano hasta el centro de Sevilla para después partir hasta el Alcázar Sevillano.

Se carece de fuentes documentales musulmanas en las que aparezca la denominación por la que hoy se llama este acceso, se cree que durante la época islámica la puerta (también llamada entonces Puerta del Campo) ya se conocía con dicho nombre, el cual sí que está registrado en el Libro del Repartimiento de Sevilla, así como en otros documentos castellanos fechados de los siglos XIII al XV. Por lo que respecta al origen del nombre hay algunos historiadores que, en base a cuestiones filológicas, mantienen que la denominación podría provenir del nombre latino Macarius, alguien que tiempo atrás era dueño de una villa en las proximidades de Sevilla, entonces Hispalis, aunque esto es otra de las hipótesis que, hasta el momento, no ha podido ser probada.

Aunque se desconoce con exactitud cuál pudo ser su aspecto original, pudo existir una barbacana que, atravesado su acceso almenado, daba a un espacio delimitado por ésta y la propia muralla, lugar en el que habría dos arcos entre los que se alzaban dos torres y, a su vez, entre ellas, se abría una gran puerta dentro de la cual había una plaza de no muy grandes dimensiones y una puerta más que, ésta sí, daba acceso a la ciudad.

Varias han sido las reformas que ha sufrido a lo largo de los siglos, siendo la primera de importancia la llevada a cabo durante la baja Edad Media. En la década de 1560, de la mano de Hernán Ruiz, se elimina la barbacana y el acceso en recodo y la dotó de inscripciones y el escudo con las armas de la ciudad en su cara interna, y el de las armas reales en la externa. Poco después, en 1588, aparece registrada una nueva intervención a nombre de Lorenzo de Oviedo para ensancharla. Asimismo, también destacan las obras realizadas en los años 1723 y 1795, dirigidas por el arquitecto municipal José Chamorro y que le dieron la configuración actual, desapareciendo las antiguas inscripciones y los escudos, y, ya en el siglo XIX, las de 1863.

Inscripción del año 1650

En la actualidad, la puerta cuenta con cinco lápidas incrustadas. La más antigua data del año 1650 y en ella se hace referencia a una provisión de 1630 sobre la actividad de los guardas, a quienes se les prohíbe salir a los caminos y apartarse de las puertas que deben vigilar. Otras dos son de 1723, una, y 1795, otra, conmemorándose en ellas las obras de reconstrucción que se llevaron a cabo respectivamente en dichos años. Por último, hay dos más, éstas ya del siglo XX: una en la que se deja constancia del día en que se celebró la colocación del retablo (27 de mayo de 1923), siendo éste descubierto por Doña María de la Esperanza de Borbón y Orleans, y otra en la que se recuerda que entre marzo y abril del año 1998 fue nuevamente restaurada.

En 1588 se acordó construir una garita para la guardia y unos meses más tarde Lorenzo de Oviedo llevó a cabo unas reformas para ensancharla, en las que probablemente el cuerpo bajo tomaría el aspecto que se conserva en la actualidad, con un amplio arco con pilastras almohadilladas. En 1594 el maestro mayor de la ciudad informó sobre su estado de ruina y el peligro que entrañaba para sus usuarios.

Su importancia mercantil como punto de comercio del vino y el pan se vio incrementado en la Edad Moderna por la construcción del Hospital de las Cinco Llagas también llamado «Hospital de La Sangre» que se levantó frente a ella, un grandioso edificio renacentista que a los valores sanitarios y estéticos sumó el de la urbanización de un amplio llano que antes solo era un simple cruce de caminos.