MI PEQUEÑA VUELTA AL MUNDO

Criterios sobre aspectos varios de la vida

RETALES DE MI VIDA, POR CARMEN CORTÉS MELERO

mi pequeña vuelta al mundo

Poco a poco se fue recuperando la normalidad en nuestra familia y mi padre fue comprando parcelas de tierra colindantes con el cortijo para hacerlo más grande.

Una vez establecida la finca decidió comprar otra más alejada, en el término municipal de Alora, se llamaba “Los Serrajones” y tenía una buena cantidad de almendros en producción y mucha agua, cerca de la finca se hizo la primera fábrica de luz de la zona (central eléctrica) y la piedra para hacerla se la cedió gratis a mi padre a la Compañía Sevillana, por ese “detalle” la fábrica le suministró energía y luz gratuita durante toda su vida.

Al año de comprar la finca tuvo una buena cosecha de almendras y aceitunas y decidió hacer una casa nueva. Había una en la finca pero estaba en lo alto de un monte y no era práctica, él la hizo en la parte más llana de la finca pues la misma constaba de muchos montes incluido un manantial. Los aloreños lo bautizaron como el “Cortijo del Antequerano”

A mi padre le gustaba mucho aquel lugar y plantó huertas de naranjos, limoneros y muchos frutales de variedades distantes.

Les dejó el cortijo del Ventorro a mis hermanos Manuel, Rafael y Antonio, mis hermanas estaban casadas y mi hermano Gregorio vivía en Villanueva del Trabuco. Siempre que venía le daba la lata a mi padre diciéndole que sus hermanos vivían mejor que él, consiguió venirse a vivir a los Serrajones y me hizo la vida imposible ya que me tenía supercontrolada, yo tenía 15 años y muchos pretendientes, él sólo quería los que tenían dinero pero a mí no había quien me gobernara.

Afortunadamente mi padre dispuso que Gregorio se quedase allí y nosotros nos trasladamos a Antequera, yo vi el cielo abierto, mi padre compró una casa en la Alameda principal pero era muy grande para nosotros por lo que la vendió y compró otra más pequeña en la calle Estudillo.

Mis padres tenían unos caballos de los más lindos de Antequera.

Un día se presentó el conde corchado en un coche de caballos y le dijo a mi padre que quería comprar el caballo de mi hermano Antonio que era espectacular, la fortuna del conde también, pero mi hermano se negó y le dijo que él no tenía suficiente dinero para comprar su caballo. Imaginaros que yo montaba los caballos a pelo y era muy buena amazona. Empecé a salir con muchachos, estaba de muy buen ver, por las tardes me iba a una tienda que tenía mi hermana María en la calle Estepa y al pasar por El Casino todos los pretendientes se ponían pegados a los cristales para verme pasar.

Era muy coqueta, cuando llegaba la feria mi cuñado Joaquín, que me quería mucho me decía “Carmelilla ¿cuántos pretendientes han caído hoy?” y yo le respondía que un montón, pero como tenía buen corazón no le decía a ninguno que no. Hasta que un día llegó uno que me enamoró de verdad y fue mi marido, mi cuñado me dijo “no juegues con Jiménez que es un hombre muy formal” y así fue.

Estuvimos cinco años de novios. Nos casamos y nació mi primer hijo Agustín, como su padre, él era operador de dos cines y tenía un taller de reparaciones de radio con otro amigo, cuando mi hijo tenía 7 meses vino un amigo suyo que se había ido de emigrante a Brasil y lo calentó para irse.

Yo lo apoyé y convinimos en que se fuera para buscar más prosperidad, se fue y yo me quedé en Antequera hasta que él consiguiera una buena situación laboral, fue muy rápido, a los cinco meses ya envió a por mí y buscó casa, valía mucho en aquel entonces. En España no había televisión y en Brasil ya tenían cinco canales. Como comprenderéis me fui muy contenta y algo disgustada por dejar a mis padres que estaban mayores y muy encariñados con su nieto, a mi padre le hizo mucha gracia que entre otras cosas que me llevé había echado un cacharro de madera para hacer gazpacho y no os imagináis mi sorpresa cuando entré en mi cocina nueva que para mí era del futuro pues estaba llena de modernidades (batidora eléctrica…)me llamaron mucho la atención los desguaces de coches usados, montones de coches para usar cuando en España no había casi ninguno.

Sao Paulo fue donde nos instalamos, era una ciudad enorme y maravillosa, si él tenía que ir fuera de la ciudad yo me iba con él, estábamos muy enamorados, conocí la ciudad como no la conocían muchos paulistas.

Los fines de semana íbamos a Santos, pues mi marido tenía un amigo casado con una brasileña que tenían una pensión en esa ciudad y nos salía muy barato, íbamos por una autopista enorme, Santos estaba a 80 Km de Sao Paulo y a 800 m sobre el nivel del mar, tenía unas vistas preciosas y se atravesaba toda la selva para llegar.

Sao Paulo

Todos los conductores llevaban en la cartera dos cruceiros para sobornar a la policía, que era muy corrupta. Sao Paulo tenía parques enormes que se adentraban en la selva, daba miedo, los bambúes eran enormes y podías abrazarlos.

Fuimos también a una ciudad que se llamaba Minas y por el camino, debido a la espesa vegetación, había que encender las luces del coche, de esta ciudad me traje un juego de café que todavía conservo, allí te ponían la cafetera y unas tazas muy pequeñas para que te sirvieras las veces que quisieras.

En el trayecto en barco hasta Brasil conocí a una chica de Archidona que tenía una niña de la edad de mi hijo. Mi marido me había buscado una cas muy bonita que se llamaba Villa Prudente y la calle Plaza Santa Elena 9-A. Esta chica vivía lejos de donde yo estaba y su barrio era muy humilde, lloraba mucho cuando venía a visitarnos, tanto es así que como la casa era grande y tenía salón, cocina, comedor cuarto de baño, aseo, patio dos dormitorios en la planta de arriba y uno junto al patio, nos dio pena y le alquilamos el dormitorio del patio con derecho a cocina para que yo estuviese acompañada, poco después me arrepentí pues me tenía mucha envidia.

En aquella plaza conocí a una vecina que se llamaba Doña Luise, hice mucha amistad y vino a España a vernos. En los comercios te tostaban el café al instante y a mí me conocían como la Bonitiña española y cuando vino a España a vernos me dijo “que fea está la bonitiña española” y me dio mucha risa.

Una vez que fuimos a Santos nos sorprendió un tifón y tuvimos que refugiarnos en un sótano, pasamos miedo de verdad, cuando salimos por la mañana había muchas casas sin tejado, palmeras y árboles derribados…

Un día a la semana ponían un mercadillo muy cerca de mi casa, a mí me encantaba ir.

Como mi marido sabía que yo estaba muy lejos de casa, me mimaba mucho y me daba todos los caprichos y me llevaba a todos sitios, un día me llevó a las oficinas donde trabajaba Mullard de Philips y sus jefes me pusieron un disco con música española, pasé mucha vergüenza y se me saltaron las lágrimas.

Tuvimos vecinos japoneses los Taronmoto, el padre era compañero de mi marido y gracias a él encontró la casa, tenía siete hijos, seis niñas y un varón, mi hijo siempre estaba con ellos, sobre todo con la pequeña se llamaba Daysi y era muy curiosa, siempre que llegaba el padre a casa se ponían todos en fila de mayor a menos con la cabeza agachada en señal de respeto y si tenían que pasar por delante de mí me pedían permiso.

Un día recibimos una carta de mi cuñado en la que nos decía que iban a montar la TV en España, en Madrid, nos envió el recorte de prensa y yo me ilusioné mucho, él no tenía ganas de venirse, pero le convencí y escribió a la casa Philips donde contestaron diciéndole que si estaba preparado tenían un puesto para él, aunque él me advirtió que si las condiciones que le daban no eran las que él quería nos volvíamos a Brasil.

Nos vinimos y le dieron el puesto de inmediato ya que estaba muy preparado, todos los amigos que teníamos en Brasil vinieron a despedirnos, doña Luise lloró mucho y me dijo que nunca más haría amistad con una española.

En Madrid nos instalamos en una pensión mientras buscábamos piso, compramos uno que estaba en construcción en General Ricardos, yo vendí unas tierras que tenía de mi herencia, allí nació mi segundo hijo, Ricardo, viajé mucho con mi marido y vivíamos con las dietas que él tenía, mis suegros venían y se quedaban con los niños y con la muchacha que tenía, ellos me querían mucho.

Más tarde nació José y los puse en el colegio que había frente a la casa y después, más mayores en San Viator, en ese colegio quisieron hacer sacerdote a mi hijo Agustín, los mejores años de mi vida transcurrieron en Madrid, hicimos unos grandes amigos, Fina, Marcial, con los que salíamos todos los fines de semana a los alrededores de Madrid: El Escorial, Segovia, Villalba… todavía conservamos la amistad y ellos bajan a Málaga y yo subo a Madrid y León con ellos.

Los veranos me quedaba con mi marido sola en Madrid, los niños los dejaba en casa de mi hermana Lola.

A mi marido le ofrecieron distintos puestos de trabajo dentro de Philips. Zaragoza, Valencia… pero él les dijo que cuando pusieran delegación en Málaga no tendría inconveniente en irse, pues bien abrieron oficinas en Málaga y no pudo negarse, a mí me cogió embarazada de Fernando.

Él se vino a Málaga antes que yo, ya que tuvo que instalar el Hotel Málaga Palacio y yo me vine un mes después. Viajaba mucho ya que tenía a su cargo toda Andalucía, hizo un amigo en el polígono donde tenía las oficinas, Palacio Nietos, que era constructor y nos vendió un chalet en el Faro de Calaburras por 880.000 pesetas, para comprarlo vendimos el piso de Madrid, le hicimos un garaje y un patio y planté muchas flores y plantas, pero mi marido sólo quería el chalet y yo trabajaba el doble, ahí empezaron los problemas, los niños no se querían ir los fines de semana y yo me tuve que plantar con mi marido para dejarlos en Málaga con sus amigos los fines de semana. Me reí mucho con un amigo de mi hijos¡ Agustín, Pepe, que me comentó cuando ya eran mayores “señora no sabe la de veces que hemos aspirado las  alfombras de su casa”

Claro, los fines de semana por lo visto organizaban fiestas en mi casa de Málaga aprovechando que estaban solos.

En el chalet trabajé mucho, pues todos se echaron novias y venían a la casa, aunque yo no dejaba que me ayudasen.

Agustín se casó con Marisol, después Ricardo con Maricarmen (yo conocí a la familia se esta niña que era de Antequera) José se casó con Annelli, filandesa, y lleva 20 años allí. Nació mi primera nieta Lola y después todos los demás, el último en casarse fue Fernando con Sonia.

Ya casados y con hijos venían todos los veranos a Calaburras a pasar uno o dos meses, como la casa no era lo suficientemente grande alquilaban en un chalet próximo y pasábamos unos veranos estupendos.

En Brasil estafaban también a los emigrantes, dos de Antequera que venían en el barco conmigo se dejaron engatusar por unos brasileños que les prometieron conseguir una fortuna invirtiendo dinero que traían ahorrados en cafetales al %0%, pero en esto sucede como con los olivos, que tardan varios años en crecer y dar frutos con lo cual lo perdieron todo y uno de ellos vino a mi casa a decirme que había pedido la repatriación y que si podía quedarse en casa, le dije que tenía que consultarlo con mi marido, a este lo convencí y se quedó, a los tres días le empezó una fiebre altísima y nos alarmamos mucho, por medio de mi amiga doña Luise buscamos un médico y lo que tenía eran unas picaduras enormes de un mosquito de la selva, nos dijo cómo curarlo y yo lo curé con guantes y pinzas a los tres días estaba bueno, no le comenté nada a mi marido y los papeles llegaron tres meses en llegar, era un hombre muy bueno y muy educado y mi hijo le tomó mucho cariño.

Cuando se vino a España se quedó en casa de su hermano ocho días, hasta que le dieron los papeles lo pasó muy mal en la selva, cuando ya estuvieron en España mis padres me escribían diciendo que iba mucho por casa preguntando por nosotros y cuando ya me fui a Madrid cada vez que iba por Antequera me obsequiaba con gallos, quesos…

Gracias a Manuel conocí Sao Paulo ya que se quedaba con nuestro hijo y mi marido y yo podíamos salir, así que pude conocer la noche brasileña y sus cabaret y sus artistas.