LA GUERRA

Criterios sobre aspectos varios de la vida

RETALES DE MI VIDA, POR CARMEN CORTÉS MELERO

LA GUERRA

Ganaron las elecciones los Republicanos y al poco Franco se levantó en armas y estalló la guerra.

Mi padre era más bien de derechas y tenía muchos amigos de buena posición en Antequera, además gozaba él mismo de buena posición, ganada a base de esfuerzo, que despertó la envidia de mucha gente.

Los comunistas venían al cortijo en plena guerra para provocar a mi padre diciéndole que hoy hemos fusilado a fulano y mañana le vamos a dar el paseíllo a zutano, sabiendo que todos eran buenos amigos de mi padre, eran tiempos de miedo e incertidumbre.

Recuerdo que un día un buen amigo vino a advertirle que estaba en las listas él y mi hermano Antonio y los iban a detener de un momento a otro, la detención equivalía a la muerte, con lo cual huyeron y se escondieron en la sierra, mis hermanos le llevaban de noche provisiones.

Mientras tanto al cortijo venían todos los días a buscarlo y nos amenazaban con matarnos a todos si no decíamos donde se escondían, a mi madre la apuntaron con una pistola en la cabeza y yo con 7 años me agarraba a los pantalones del que apuntaba y le pedía llorando que no la matase, este me daba una patada y me lanzaba lejos.

Lograron convencer a mi hermano Manuel de que ya había pasado el peligro y que podía bajar de la sierra, mi hermano convenció a mi padre y a mi hermano Antonio de que no había peligro y bajaron al cortijo, no había pasado una hora cuando apareció un camión lleno de milicianos y rodearon la casa, mi padre se dirigió a mi hermano diciéndole “hijo mío me has entregado” y mi hermano no paraba de llorar.

Pues bien, como mi padre tenía mucho temple, salió a la calle y llamó a uno de los cabecillas y le dijo lo siguiente: “Pedro te voy a hacer tres preguntas y me gustaría que me contestases a las tres antes de detenerme ¿Cuánto me debes?, ¿Cuánto tiempo hace? ¿Cuántas veces te lo he pedido?”

Esto cogió desprevenido al tal Pedro y a otros tres que estaban con él y se reunieron para hablar, después se acercaron a mi padre y le dijeron que se quedase tranquilo que ya no vendrían más; por supuesto mi padre no hizo caso de aquello y en cuanto los vio subirse al camión y marcharse no perdió el tiempo e hizo lo mismo, se fue por unos maizales altos y estuvo durante más de un mes en la sierra.

Yo no entendía nada de aquello, pues los que venían a por él eran precisamente a los que más favores había hecho.

Tal como estaban las cosas, mis hermanos decidieron trasladarme a un cortijo llamado “Las Perdices” que parecía más seguro que el nuestro, pero las circunstancias hicieron que no fuera así, las tropas franquistas al mando del general Valera tomaron Antequera y los milicianos huyeron en dirección a Adora, por lo tanto nuestro cortijo y el de las Perdices estaban en su camino, mi padre con mis hermanos se fueron a Antequera a saludar a las tropas pensando que el avance continuaría hasta su cortijo, pero no fue así y se quedaron aislados en Antequera.

A mí me llevaron al cortijo “Las Perdices” donde vivía mi hermano Antonio que estaba casado con Lola Torres, hija del propietario. En dicho cortijo convivían los dos con el padre de ella y cuatro hermanos más de mi cuñada que se llamaban: Andrés, Paco, Josefa y María; lo que se deduce que el cortijo era muy grande, en su interior había hasta una capilla; el primero de ellos Andrés usaba bastones, yo era muy pequeña entonces y no sé lo que le podía pasar.

La decisión de llevarme con mi hermano fue debida a que yo pasaba mucho miedo cuando venían los milicianos o comunistas, como les quieran llamar, y fue precisamente al cortijo “Las Perdices” a donde primero se presentaron buscando a mi hermano.

Portada del Sol de Antequera

Pero el día anterior, todos mis hermanos y mi padre, incluido Antonio, salieron a saludar a las tropas de Franco en Antequera, en dicho pueblo dejaban entrar, pero no salir, esa fue su suerte pues llegaron a las cinco de la madrugada y nos sacaron a Antequera, esa fue su suerte. Estábamos en el cortijo de las Perdices, nos despertaron los milicianos a las cinco de la mañana y nos sacaron medio desnudos a todos los que estábamos allí y le prendieron fuego al cortijo por todos lados, nos pusieron a andar tal como íbamos descalzos y medio desnudos en dirección al Valle de Abdlajís. En el camino algunos de los familiares intentaron escapar y acabaron con ellos a tiros, tanto es así que hicimos una parada y decidieron matar a varios para que no hubiera más intentos de fuga.

Fue una experiencia horrible dispararon hasta a un niño de 14 años

El marido de una de las hermanas de mi cuñada, llamado también Antonio, escapó entonces se liaron a tiros y mientras iban tras él, Paco, un cuñado mío aprovechó para escapar en un caballo y avisó a mi madre para que huyera a Antequera, ya que un grupo de milicianos se dirigían al cortijo y habían quemado Las Perdices matando a mucha gente, con lo cual era muy probable que hicieran lo mismo allí, de esa manera mi madre pudo huir con el resto de mi familia hasta Antequera escondiéndose por los barrancos y arroyos de la zona.

En un momento dado dispusieron que las mujeres los retrasaban y que se volviesen solas para Antequera. En lugar de ir nuevamente al cortijo nos dirigíamos a Antequera cuando por el camino se nos presentaron Paco y Antonio, los dos llenos de sangre debido a las zarzas del campo, la cuestión es que estaban vivos, el encuentro fue muy emocionante.

De Andrés no se supo nunca más.

Mientras tanto nosotros continuamos andando en dirección a Antequera, entramos por la Alameda y vimos a lo lejos a mi padre que estaba delante del Cuartel de la Guardia Civil esperando noticias. Cuando nos vio aparecer semidesnudos, descalzos y sucios creyó que éramos gitanos, pero cuando nos reconoció se abrazó a nosotros llorando, fue muy emocionante.

Nosotros caímos al suelo rendidos de la gran caminata y de las emociones que habíamos vivido aquel día. Aquella noche llegó mi hermano Manuel llorando para decirnos que habían prendido fuego a nuestra casa, mi padre nos hizo arrodillarnos para dar gracias a Dios por estar todos juntos y vivos.

Mi tío Antonio, hermano de mi madre, nos dejó una casa en Antequera y los amigos de mis padres nos dieron muebles, camas y colchones, así estuvimos durante ocho meses, ya que al no haber tomado Málaga las tropas de Franco, nuestro cortijo quedaba en zona republicana.

Una vez que se despejó el terreno y los nacionales tomaron toda la zona volvió mi padre al cortijo y empezamos a levantar la casa de nuevo.

Contaba con un saco lleno de monedas que había escondido en el suelo de las cuadras y el tubo de la chimenea estaba lleno de monedas de plata que mi madre había guardado, entonces no se llevaba dinero a los bancos.

Para reconstruir la casa contó con poca ayuda pues todos mis hermanos estaban en el frente, en plena reconstrucción tuvimos otra calamidad, mi hermano Cortés, que estaba en el frente de Madrid se pegó un tiro en la mano para librarse del servicio y lo juzgaron en consejo de guerra , si no llega a ser por todo lo que movió mi padre lo hubieran fusilado, le cayeron doce años de cárcel, pero sólo estuvo cinco, que le tuvieron que parecer un siglo porque las cárceles entonces estaban llenas de gente y no tenían medios para atenderlos, pasó muchísima hambre pese a la ayuda que le enviaba mi padre.

Al estar los hombres fuera, las mujeres tuvieron que hacer los trabajos de estos, ahí mis hermanas Lola y Socorro demostraron su entereza, no así María que aprovechó para casarse con Joaquín y poder librarse del trabajo, ya que él estaba en el frente.

Mis hermanas llegaron a odiarla y no era una actitud normal ya que todos mis hermanos se llevaban muy bien y sentían un gran respeto por mis padres.

Después vino lo peor, la posguerra, con gran escasez de todo, mi padre tuvo que ingeniárselas. Hizo pequeños almacenes de víveres en troncos de olivo donde escondía trigo, matanza, queso, aceite… ya que aunque teníamos suficiente las autoridades venían y requisaban todo lo que había, de noche iba a casa de un molinero amigo para moler el trigo y el pan se cocía de noche, la gente venía de Antequera para que le diéramos comida ofreciéndonos dinero ya que no había nada en las tiendas, se ofrecían a trabajar por un plato de comida ya que las tareas del campo las tenían que realizar los mayores y las mujeres pues los jóvenes estaban alistados.

Sin embargo, tengo que decir que mi padre no se aprovechó de la situación y no explotó a nadie, siguió siendo un hombre justo y ayudó en lo que pudo a las personas que estaban viviendo calamidades