EL CONVENTO DE SAN DIEGO

Criterios sobre aspectos varios de la vida

EL CONVENTO DE SAN DIEGO

Ubicación del Convento de San Diego. Actualmente en su solar se encuenta el Casino de la Exposición

Los franciscanos, orden muy ligada a la ciudad desde la Reconquista, a finales del siglo XVI ya contaba con dos grandes conventos en Sevilla, uno masculino en la actual Plaza Nueva (Casa Grande de San Francisco) y otro femenino (franciscanas clarisas) en el de Santa Clara, aún así en 1589 deciden fundar uno nuevo: San Diego de Alcalá, esta vez en la zona extramuros, para lo cual eligen un solar al sur de la ciudad, cercano al Alcázar y junto al camino que llevaba a la Ermita de San Sebastián (actual iglesia de la Paz), donde estaba situado un cementerio al que se solían transportar a los reos fallecidos en el también cercano quemadero de la Inquisición.

Situarlo es sencillo. El solar hoy está ocupado por el Casino de la Exposición. No era una construcción especialmente extensa pero en cambio incluía una superficie dedicada a huertas que llegaba prácticamente hasta el Guadalquivir.  Según Félix González de León: “El convento era mediano, estrecho en viviendas y celdas como para frailes descalzos; pero con todas las comodidades necesarias, y una dilatada huerta. Se trataba de un edificio de dos alturas con forma de U abierto hacia el camino del cementerio de San Sebastián que, en tiempos de Olavide, presentaba una arboleda delante de su fachada principal. Entre sus obras de arte destacaba un San Antonio atribuido a Murillo y una Inmaculada Concepción, la conocida como Virgen del Alma Mía, que se encuentra actualmente en San Antonio Abad junto a las tallas de San José y de San Diego”

Casino de la Exposición, construido sobre el solar del Convento de San Diego
Fuente de San Diego, en recuerdo del Convento desaparecido

Encuadrado entre el río Guadalquivir y la desembocadura del Tagarete, las continuas crecidas de ambos suponían un grave problema para la comunidad religiosa, que en 1784 decidió trasladarse intramuros al antiguo noviciado jesuita de la calle San Luis, desde donde pasarían posteriormente a la calle Imperial (al palacio de los Marqueses de la Granja) y de allí a San Antonio Abad. Es aquí donde se asientan definitivamente en 1819. 

En su época de esplendor, el siglo XVII, fue noviciado para la evangelización americana y, sobre todo, entre sus muros se gestó el dogma de la Inmaculada Concepción, que no sería reconocido y promulgado por la Iglesia Católica hasta 1854. No en vano, del poco patrimonio que se conserva destaca la talla de la Inmaculada «del Alma mía», actualmente en la iglesia de San Antonio Abad.

La vida del edificio no terminaría con esta marcha, tras su desacralización  pasó a manos privadas y se convirtió en una fábrica de curtidos. Sin embargo, un hecho en concreto constituye un punto de inflexión para Sevilla y para el convento.  Recién casados, se instalan en la ciudad los Duques de Montpensier y quedan tan enamorados de la ciudad que adquieren el Palacio de San Telmo, antigua Escuela de Mareantes, y los terrenos limítrofes para hacer un palacio que rivalizara con el mismísimo Alcázar. Entre esas fincas se encontraba el antiguo convento, que desde este momento pasará a engrosar las pertenencias de los Duques, siendo el lugar señalado para alojar las dependencias auxiliares del palacio.

El arquitecto Juan de Talavera fue el encargado de adaptar el obsoleto edificio, y así, los antiguos claustros franciscanos vuelven una vez más a su función residencial, en esta ocasión para albergar a los sirvientes del palacio y demás servicio encargado de mantener el inmenso jardín de los Duques, que se extendía hasta el Parque de María Luisa. Como curiosidad, señalar que todo el terreno fue cercado con una cancela de la fundición de Grosso que es la misma que podemos ver en la actualidad, ya que se restauró el modelo en 1990.

En 1890 fallece don Antonio, quedando todo el Palacio en manos de su viuda, la Infanta María Luisa. La ciudad se encontraba en estos momentos en plena expansión extramuros. Necesitaba ampliar y unir la pujante calle Industria (actual Menéndez y Pelayo) con el Paseo de la Delicias para tener una salida más directa hacia el río en esa zona y, de esta manera, evitar el rodeo por la calle San Fernando. La prolongación pasaba justo por encima de San Diego. El Ayuntamiento solicita la cesión de esos terrenos y la Infanta, decidida a ser parte activa en el desarrollo de la ciudad, accede y en 1893 dona, no sólo los terrenos de esta nueva calle, sino que también los extensos jardines que se encontraban al sur de sus propiedades, que pasaría a ser un nuevo parque para la ciudad que, agradecida, llamaría de María Luisa. El consistorio se comprometía a reponer la verja en el cerramiento con la nueva avenida además de sufragar los gastos de las nuevas dependencias para los sirvientes en las posesiones que le quedaban a la Infanta, entre las que destaca el Costurero de la Reina, edificación proyectado por el mismo Juan de Talavera para albergar al cuerpo de guardia palaciego. 

En la actualidad no queda absolutamente ningún indicio del antiguo convento franciscano. En su lugar encontramos una de las avenidas mas bellas de Sevilla y una magnífica Glorieta obra de Vicente Traver (el mismo arquitecto de los cercanos Teatro Lope de Vega y del Casino de la Exposición) adornada con esculturas de Brackembury y de Pérez Comendador,

Virgen del Alma Mía
retablo de la Virgen del Alma Mía

Es el nombre popular de la Inmaculada del siglo XVII que lo preside. Fue encargada por los frailes del desaparecido convento de san Diego, al escultor flamenco, afincado en la ciudad, Hernando Gilman. Bendecida en 1.615, es creencia popular considerarla la talla de bulto redondo más antigua de la ciudad que representa a la Inmaculada. Lo que sí se puede atribuir a esta imagen es haber servido de modelo a Pacheco, Martínez Montañés y, sobre todo, a Murillo.