Criterios sobre aspectos varios de la vida
SPALIS, LA SEVILLA VISIGODA

Spalis fue la mayor y más importante ciudad de la Península, notable por sus monumentos y edificios. Su considerable relevancia es atestiguada por ser la metrópoli cultural, y religiosa, gracias a la obra de los obispos San Leandro y San Isidoro. Su población mantuvo los 10.000 habitantes.
Sin embargo, su huella arquitectónica en la Sevilla actual es mínima. La ocupación islámica reutilizó los elementos de construcción romanos y visigodos para sus propias edificaciones, bien como cimentación, bien como elementos ornamentales en capiteles, cimacios y fuentes.
Sus límites y organización se correspondían con la ciudad romana, y es probable que sufriera un proceso de degradación. Hay indicios de la existencia de un palacio cerca del Salvador y una basílica cristiana en el Patio de Banderas, presumiblemente la Catedral.
En el año 531 d. C., la antigua Hispalis romana cae en poder de los suevos, desde el año 441 es conquistada por los visigodos. Estos invasores se encuentran con una población fundamentalmente hispanorromana. Tras su llegada, varias de las familias más importantes de los visigodos se unieron a los principales latifundistas de la población y, durante el reinado de Teudis (539-548), se traslada la Corte a su palacio de Sevilla. Un palacio del que se desconoce con certeza su emplazamiento, pero del que se cree que pudo estar cercano a la Plaza del Salvador, alrededor de la calle Corral del Rey. Tras su asesinato en este palacio y de su sucesor Teudiselo (548-549), el siguiente soberano, Agila I (549-554) trasladó la Corte a Mérida, un cambio de sede que su rival Atanagildo (551-567) modificó llevándola hasta Toledo.
Con la subida al trono de Leovigildo (568-586), uno de los más importantes monarcas visigodos, se promulga el Código de Leovigildo, una revisión de anteriores códigos visigodos cuya particular importancia radica en la derogación de la prohibición de los matrimonios mixtos entre hispanorromanos y visigodos, lo que constituyó un gran paso en la unificación de estas dos sociedades. No obstante, había aún una diferencia fundamental entre ambas, los visigodos eran arrianos y los hispanorromanos católicos. El arrianismo era una herejía cristiana que negaba la consustancialidad de la Santísima Trinidad, es decir, que ésta fuera una misma persona en tres, rezando, de hecho, “Gloria al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo”.
Esta diferencia religiosa será uno de lo motivos esgrimidos para la guerra que enfrentó a este rey con su hijo, San Hermenegildo, el cual estaba casado con la princesa católica Ingundis. Leovigildo le nombró gobernador de la Bética y se trasladó hasta Sevilla. Una vez aquí, influenciado por su esposa y/o por San Leandro, obispo de Spalis se convirtió al catolicismo y comenzó a agrupar a su alrededor a todos aquellos que estaban en contra de su padre o de los visigodos arrianos y se autoproclamó rey en el año 582. Tras la captura del rebelde, éste fue llevado preso a Sevilla, luego a Alicante (o Valencia, según otras fuentes) y, finalmente, después de intentar escapar, a Tarragona, donde muere en su encierro en 585, se cree que envenenado. No obstante, la leyenda acerca de su muerte defiende que ésta se produjo en Sevilla, en una celda existente en la Puerta de Córdoba, junto a la que levantó la iglesia de San Hermenegildo. En 1585, al cumplirse mil años de su muerte y a instancias de Felipe II, es declarado Santo por el Papa Sixto V. Durante el barroco la iconografía representa a San Hermenegildo con un hacha en la cabeza, simbolizando así su martirio.
Una vez muerto Leovigildo, comienza el reinado de su otro hijo, Recaredo (586-601), que se convirtió al catolicismo y declaró la fe católica en 589 como la religión oficial del reino visigodo, una decisión en la que tuvo gran importancia la participación de San Leandro y de su hermano, San Isidoro.
San Leandro, Arzobispo de Sevilla entre los años 578 y 600, fue un notable personaje sevillano que mantuvo amistad con el Papa San Gregorio (590-604), también conocido como Gregorio Magno o Gregorio I; visitó Constantinopla para recabar ayuda de los bizantinos en favor de San Hermenegildo; asimismo, lo designaron para terminar el Concilio de Toledo en el año 589 y, además, se encargó de la educación de Recaredo a pesar de haber sido anteriormente desterrado por Leovigildo. Finalmente, antes de morir, participó en el sínodo de los obispos de la Bética.
A San Leandro lo sucedió su hermano San Isidoro como arzobispo sevillano y logró hacer de Sevilla uno de los principales focos culturales de Europa. Terminó con el arrianismo y estableció la disciplina de la Iglesia en su diócesis, participó en el II Concilio de Sevilla, en el año 619, y en el IV de Toledo, en el 633. Fue consejero de los reyes visigodos Gundemaro (610-612), Sisebuto (612-621), Suintila (621-631) y Sisenando (631-636).
Culturalmente, además de consolidar la Escuela de Clérigos fundada por su hermano en Sevilla, tuvo una amplia producción literaria en la que trató temas de filosofía, historia y teología. Fue autor de las “Etimologías”, veinte tomos de una obra que sintetizaba gran parte del saber clásico y que se convirtió, durante la Edad Media, en una fuente de consulta para toda biblioteca.
Del lugar que ambos hermanos han ocupado en la historia sevillana, puede atestiguar el hecho de que ambos, junto a San Fernando, forman parte del escudo de la ciudad.

En la segunda mitad del siglo VII, debido a la lucha por el poder que enfrentaba entre sí a la aristocracia visigoda, el florecimiento cultural de Sevilla decayó. Cuentan los cronistas que a principios del siglo VIII, durante el reinado de Witiza (700-710), la decadencia política y moral alcanzó su punto más álgido. A su muerte, a pesar de haber nombrado como herederos a sus hijos, los nobles y prelados reunidos en concilio eligieron como rey a Rodrigo (710-711), con lo que se inició una guerra civil entre éste y los partidarios de Akhila, hijo de Witiza, que contaba con el apoyo de de su tío, el obispo de Sevilla Oppas.
La guerra se decantó a favor de Rodrigo y cuando éste debió partir hacia el Norte a combatir una rebelión de los vascones, el conde don Julián, gobernador de Ceuta, y el obispo Oppas acudieron a Musa ibn Nusair, más conocido como Muza, gobernador del Califato de los Omeyas en el Norte de África, para que ayudara a Akhila a subir al trono. Muza colaboró enviando a Tariq ibn Ziyad al mando de un ejército de bereberes y africanos que desembarcó en Gibraltar el 30 de abril de 711.
Para enfrentarse a los musulmanes, Rodrigo debe aceptar la participación en él de los witizianos, dado que, debido a los diferentes conflictos que hay en el reino, no le es posible reunir más tropas. Así, sin saber del pacto entre los partidarios de Witiza y los musulmanes, parte al combate contra los supuestos invasores y se enfrenta a ellos entre el 19 y el 26 de julio de 711 en la batalla de Guadalete. En ella, los witizianos, a los que Rodrigo ha encomendado el mando de las alas, abandonan la lucha, dejando al soberano en inferioridad numérica y táctica, lo que precipita la derrota de su ejército, no apareciendo nunca el cadáver de don Rodrigo, al contrario que el de su caballo. Comienza así una ocupación de la Península Ibérica que no terminaría hasta ocho siglos después, con la entrada victoriosa de los Reyes Católicos en Granada.

Para Sevilla, la ocupación musulmana no comenzó hasta un año después, en el 712, cuando Muza entró en la localidad sin tener que combatir por ella, ya que aquellos que no aceptaban su conquista huyeron hacia Niebla (Huelva) y Beja (Portugal). Sin embargo, el hecho de disponer de pocas tropas provocó que tuviese que retirarlas de la ciudad para continuar la conquista del reino visigodo. Muza parte de Sevilla dejando al mando de ésta a la comunidad judía, que se había prestado a colaborar con él. En el 713, este abandono de las tropas musulmanas trae consigo una revuelta de la población local con la colaboración de aquellos que habían huido, obligando al ejército de Muza a regresar para, en esta ocasión, sí tener que luchar por su conquista. Los sublevados fueron ejecutados tras su derrota.