Criterios sobre aspectos varios de la vida
EL PUENTE DE BARCAS
Sevilla está asentada sobre el antiguo Lacus Ligustinus. Los sedimentos, que la corriente del río arrastró a lo largo de miles de años, fueron depositándose en su lecho hasta lograr su colmatación. Esta singular composición del terreno hizo que, durante siglos, la ciudad permaneciese sin ningún puente que la comunicase con la otra orilla.
Ni siquiera cuando los romanos se asentaron en la ciudad, tras la expulsión de los cartagineses, levantaron uno, siendo como eran extraordinarios constructores. Hicieron de la antigua Ispal un importante centro portuario. La dotaron de infinidad de edificios y obras de ingeniería, la amurallaron, pero su suelo arcilloso y el fondo limoso del río les hizo desistir. Hispalis tendría que ver pasar los siglos, convertirse en Isbilya, para que pudiera contar con uno.

En el siglo IX, tras la derrota visigoda de don Rodrigo en la batalla de Guadalete a manos de Tariq, comienza la conquista islámica de la península. La urbe siguió siendo un importante centro comercial y militar, pero aún carecía de un puente. Los pasos del río más cercanos eran el Vado de las Estacas, en la actual Alcalá del Río, y el vado de Alcolea. No obstante, entre las dos orillas existía un transporte por barcas, cuando la corriente no lo impedía.

Fue en el siglo XII cuando el califa almohade Abu Yaqub Yusuf mandó reedificar las murallas y acometer distintas reformas urbanísticas. En 1171, el 5 de septiembre, tras regresar de un viaje a Córdoba ordena la construcción del primer puente de la urbe. Este se terminó treinta y seis días después, el 9 de octubre, y fue inaugurado el 10 de octubre. Curiosamente, el primer cortejo fúnebre por ese puente fue el suyo, cuando resultó muerto de una lanzada durante el sitio de Santarém (Portugal).
El puente se convirtió en uno de los símbolos del período almohade, y fue contemporáneo del acueducto de los Caños de Carmona, los Jardines de la Buhaira y del alminar de la nueva Mezquita mayor, conocida años después como la Giralda.
La dificultad a la hora de construirlo fijo, obligó a hacerlo sobre barcas altas para que el río no las cubriese. Las barcas estaban ancladas al fondo por nueve anclas con un peso de entre 6 y 9 quintales (600 a 900 kilos). Diversos historiadores afirman que fueron necesarias diecisiete, otros que once y posteriormente se redujeron a diez. Las fueron encadenando dejando espacio entre ellas para que las aguas siguieran su curso. En ambas orillas se realizaron malecones para fijarlo. Las cadenas de hierro del lado de Triana estaban unidas al muro del Castillo de Gabir. A cada extremo se alzaron sendos muelles flotantes sustentados por pieles hinchadas de aire, que servían para paliar el efecto de las mareas, que en Sevilla iban desde menos un metro en bajamar a uno y medio en pleamar aproximadamente.
Un acontecimiento histórico sucedió un 3 de mayo de 1247, durante el asedio a la ciudad por parte del Rey cristiano Fernando III. La flota castellana, bajo el mando del Almirante Ramón de Bonifaz, superaró la barrera de la Torre del Oro. La embarcación del propio almirante embistió el Puente y lo quebró, dejando a Isbilya completamente aislada, intensificándose el asedio. Desde ese momento los musulmanes estuvieron completamente encerrados tras los muros sin suministros hasta Noviembre. Entonces, las autoridades castellanas comenzaron con las negociaciones. El 23 de noviembre el cadí de la ciudad, Axataf, entregó las llaves de la ciudad, que aún se conservan en la Catedral. A partir de este hecho, Fernando III, concedió una tregua a la población musulmana para que recogiese sus pertenencias y se marchase.
El puente se reconstruyó y siguió en uso seis siglos más, aunque evidentemente, a causa del material empleado, y por su ubicación, debía ser constantemente reparado. La madera se pudría y, a veces, la virulencia de la crecida del río soltaba el puente dejando incomunicada a Sevilla de Triana.
El puente era el límite de los buques para avanzar por el Guadalquivir. Más adelante, durante el Imperio Español y, a causa del monopolio comercial de la ciudad con Las Indias, numerosos galeones se daban la vuelta en zonas cercanas al puente, produciéndose un trayecto en el río conocido como el Compás de las Naos.
La hermandad de La O fue en 1830, la primera hermandad de la Semana Santa sevillana de Triana que cruzó por él hacia Sevilla para realizar la estación de penitencia a la Catedral. Anteriormente se dirigían a la Iglesia de Santa Ana.
Su final llegó con la construcción del Puente de Isabel II en su mismo emplazamiento. Durante las obras se trasladó aguas abajo, en una zona próxima al Muelle de la sal, frente a donde se encuentran hoy en día la Maestranza de Caballería y la Plaza de toros. Tras la inauguración del mencionado puente, y después de casi siete siglos de servicio, fue desmontado y subastado en 1852.